Mi toma de Saigón ha resultado más pacífica que la de hace cuarenta años. En mi caso, no he irrumpido en el palacio presidencial (hoy llamado Palacio de la Reunificación) subido en un tanque. Llegué en avión, opción para mí más práctica que un carro de combate, y sin hacer apenas ruido.
Tanque con miembros del Viet Cong
tomando el palacio presidencial
a finales de abril de 1975
Como sabréis los que acostumbráis a volar con asiduidad, el momento más crítico no es ya el despegue o el aterrizaje, sino el de, una vez en destino, plantarte delante de la cinta de equipajes. Es en ese instante cuando, hasta los ateos más convencidos, se encomiendan a algún ente superior. Y no es para menos; que aparezcan o no tus bártulos es toda una lotería. Es triste e inconcebible que en pleno siglo XXI no se organice mejor el sistema de entrega de equipajes facturados, pero la realidad es que se retrasan o extravían más maletas de las que debieran.
Y cuento esto porque mi primer susto nada más poner los pies en Vietnam fue justamente no ver aparecer mi petate en la maldita cinta. Por suerte, nada más grave que un susto en el cuerpo y algo más de media hora de espera.
Ya en la ciudad, mi primera impresión sobre la urbe más grande de Vietnam ha resultado bastante neutra. Se nota que es una ciudad a la que necesitas dedicar tiempo para irla entendiendo y descubriendo. Probablemente más tiempo del que suele dedicar un turista o viajero ocasional.
Con sus más de siete millones de habitantes, se presenta como una mole poco agraciada, carente de una red de transporte urbano adecuado, con exceso de contaminación y un tráfico francamente caótico, agravado por unos conductores que obvian totalmente las reglas de circulación y civismo más elementales.
Taxi esquivando el tráfico y otros
conductores esquivando a este
Llama especialmente la atención el número exagerado de motos que pululan por todas partes de la ciudad y que, de forma totalmente anárquica la invaden. Te pueden salir de cualquier lugar, previsible o no...
Parece tal cual una moda, no ya por el elevadísimo número de estas, sino porque la gran mayoría son de una misma marca (Honda) y una misma cilindrada (125 cc).
Horda de motos en una calle cualquiera de Saigón
Probablemente una de las mejores experiencias en mi primer día de estancia en esta agobiante ciudad haya sido la comida.
Escogí por puro azar un plato de nombre largo (que ni recuerdo) sopa, a la que llaman pho, consistente en un bol grande de sopa con unos fideos largos y gordos (más parecían espaguetis), trozos de carne de buey, trozos de salchicha (o semejante) y algunas verduras, acompañado (en otro plato) de unos rollos parecido a los de primavera pero más pequeños y sabrosos.
Como una imagen vale más que mil palabras, aquí podéis ver a lo que me refiero.
El plato se come con cuchara, en combinación con los palillos. Esto me recuerda, como advertencia a futuros viajeros que se dejen caer por estas tierras, que los que no tengáis destreza usando palillos (como es mi caso), no os olvidéis de meter en el equipaje un tenedor y un cuchillo. Puede sonar a broma o exageración, pero salvo que vayáis a restaurantes de cierta categoría, no los vais a ver por ningún sitio. ¡Avisados quedáis!
En otro artículo, más adelante, trataré detenidamente el tema culinario.
Por cierto, desde que he empezado este artículo llevo refiriéndome a la ciudad como Saigón. Un purista (y/o afecto al régimen) me corregiría por erróneo, aclarándome que su nombre actual es Ciudad Ho Chi Minh. Pero la realidad es que, entre sus habitantes, poca gente la llama así.
Según he podido entrever, me da que las razones que explican este hecho son tres. La primera, pura comodidad. Es más rápido y corto decir Saigón que Ciudad Ho Chi Minh. La segunda, histórica. Se le ha denominado durante más tiempo Saigón. Y la tercera, político-patriótica. Durante la Guerra de Vietnam, era la capital de Vietnam del Sur, territorio anticomunista y aliado de los Estados Unidos. Fue al terminar la guerra cuando el gobierno socialista nacido del bando vencedor (Vietnam del Norte) impuso el nombre de Ciudad Ho Chi Minh.
Fruto del jet lag, de las horas de viaje y de las dos largas escalas, estoy agotado, así que mañana en breve hablaré más detenidamente de la ciudad y colgaré fotos.
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